Patricia caminaba siempre por la
avenida principal de una pequeña y bien estructurada ciudad, cada día casi ya
como rutina al volver de la oficina se quedaba viendo los escaparates de las
tiendas imaginando como se le vería aquel vestido, aquel abrigo, aquellos
pantalones, o…aquellas gafas de sol que tanto le gustaba mirar cada tarde. Era
algo constante el mirar tiendas y escaparates pero también, lo que era habitual
es que aunque deseaba tanto aquellas cosas y sobre todo aquellas gafas de sol
de color lila y a pesar de tener el poder adquisitivo para comprarlas jamás se
animaba a entrar y comprarlas, le resultaba imposible hacer aquello, el motivo que la detenía no era
ni monetario, ni de tiempo, era algo más
profundo y delicado, algo que desde pequeña se formó y creció con ella, era una especie de inquilino
incomodo e invisible que llevó con ella desde su más tierna infancia ese
inquilino se llamaba vergüenza y autorechazo.
Patricia se avergonzaba y se
rechazaba a sí misma se imaginaba con aquel vestido, aquellos pantalones, aquel
abrigo y sobre todo con aquellas gafas y al final siempre llegaba a la misma conclusión “que
ridícula me he de ver con aquel atuendo y esas gafas de sol” su cuerpo, y estatura no eran precisamente las
de una modelo, si bien era muy inteligente y siempre destacó por sus notas
altas, también en su trabajo se desempeñaba como una de las mejores es su
departamento. Para ella su discapacidad era como una montaña enorme que le
impedía ver su vida y su persona con un poco de objetividad, su autorechazo
nunca le permitían mirar que era una mujer digna, valiosa, importante y muy
hermosa, en su cabeza se había formado el falso concepto de una mujer con poco
valor, la cual a sí misma se percibía fea y en conclusión sin ninguna virtud.
Pasado mucho, mucho tiempo una
tarde como siempre saliendo de la oficina se asomó al escaparate de aquella
óptica para mirar aquellas gafas de sol que tanto le gustaba contemplar e imaginar cómo se le verían puestas. La
dependienta que la observaba a menudo y que sabía la hora aproximada en que
Patricia pasaba por ahí salió a su encuentro y la invitó a entrar a la tienda y
probarse las gafas. Patricia entro mas sintiéndose avergonzada por la
insistencia de la dependienta que por las ganas de probarse las gafas, ya
estando dentro de la tienda la dependienta le explicó que tipo de gafas eran
las más adecuadas a su forma de rostro, Patricia se probo aquellas gafas que
tanto le gustaban y después de haber escuchado a la dependienta decidió al fin
comprarselas, aquella tarde fue muy especial para Patricia no tanto por la
compra que había hecho. Sino porque quizás con un poco de ayuda de la
dependienta de aquella óptica Patricia pudo comprender que era una mujer
hermosa y que la discapacidad no es lo que hace a una persona ser feliz o
infeliz, atrevida o tímida, sino es más bien su propia decisión de asumir su
discapacidad, también comprendió que no era necesario llevar bastones, muletas,
prótesis o silla de ruedas para ser discapacitado, sino que se puede tener una discapacidad
desde el punto de vista de la mentalidad con que cada persona se ve a sí misma.
Esa tarde fue crucial para
Patricia, ya que decidió ser mejor con ella misma, aceptarse y comenzar a
aprender a amarse y aceptarse tal y como era. Una mujer hermosa que había
tomado la determinación de abrir la reja de la prisión en la que a sí misma se
metió, y que decidió a partir de ese momento
ser… ¡Y FUE LIBRE!
*....decidió ser mejor con ella misma, aceptarse y comenzar a aprender a amarse y aceptarse tal y como era.*
ResponderEliminarSolo hace falta saber esperar y te llega tu momento.
Gracias Omar por difundir,gracias Patricia compartir.
Gracias a ti Iosu. Tienes razón. La clave de todo es saber esperar y tener un poco de paciencia. Patricia es un ejemplo a seguir... Un abrazo amigo!!.
EliminarPrecioso, Cuanta gente se tendria que mirar en Patricia y dar ese paso
ResponderEliminarGracias Ignacio. Verdad. No tengo más que añadir... un abrazo!
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