Discapacidad y Sexualidad


Somos conscientes de lo difícil que le resulta a nuestra cultura y a nuestra sociedad abordar el tema de la sexualidad humana en general, por la carga afectiva llena de prejuicios y tabúes. Aún más difícil resulta cuando se trata de la sexualidad de una persona que sufre una discapacidad.
Por ello, el abordaje de este tema exige una visión global e interdisciplinar, en oposición a los planteamientos excluyentes, o una visión parcial cuando se encara este asunto.
Para ello es necesario contemplar las diferentes dimensiones de la sexualidad humana: biológica / conductual / cultural / psicoafectiva / psicosocial y considerar que una manera positiva de vivirla como ser sexuado va a ser la base de una buena salud y calidad de vida de los diferentes miembros de nuestra sociedad (sin distinción de sexo / edad / características especiales o modo de vivir la propia sexualidad ). Y es que, como veremos a continuación, las personas que tienen alguna discapacidad pertenecen a una de las minorías a las que se les ha negado por sistema toda posibilidad de resolver sus necesidades afectivas y sexuales.
Si hacemos un repaso histórico podemos decir que hasta los años 50-60 del pasado siglo, las personas con discapacidad vivían segregadas en la familia o en instituciones, y sin ninguna relación con personas del otro sexo que no fueran la familia o los profesionales.
Desde los primeros años de vida necesitamos relacionarnos con otras personas que no sean de nuestra familia y con personas de nuestra edad
En 1971 los derechos sexuales de las personas con retraso intelectual se garantizan por ley con la Declaración de los Derechos de las Personas con Retraso Mental, si bien estos derechos siguen, en gran medida, sin llegar.
En los años 80-90 comienzan a elaborarse programas de educación sexual dedicados a la información y a la prevención de los riesgos asociados a la actividad sexual de las personas con discapacidad.
La conciencia de que muchas personas con discapacidad sufren abusos sexuales acentuó el énfasis en la educación preventiva.
De un tiempo a esta parte, en nuestra sociedad se viene hablando de normalidad y de integración (escolar, laboral), excepto en el momento de admitir que los discapacitados tienen instintos, deseos y vida sexual. Cuando daban señales de algún interés de carácter sexual, eran tratados como si fueran obsesos sexuales. Incluso se llegó a plantear recientemente medidas drásticas como la esterilización sistemática de las personas que sufren deficiencia.
Debemos pensar en un modelo de intervención que parta del respeto por la biografía de la persona discapacitada, incluyendo en ésta sus relaciones familiares y las características del centro donde esté. Desde un enfoque profesional se le deben ofrecer posibilidades de resolver sus necesidades interpersonales y también, si fuera su decisión, las de intimidad sexual.
Para ello debemos estructurar una actuación basada en cuatro ejes:
  • Las necesidades interpersonales
  • La nueva visión de la sexualidad humana
  • Los criterios de salud sexual
  • La especificad de la sexualidad en personas con discapacidad

Es recomendable recurrir a asociaciones de apoyo, en ocasiones específicas con la minusvalía.

Necesidades interpersonales
Toda persona a lo largo de su ciclo vital tiene similares necesidades interpersonales, que podemos resumir en:
  • Necesidad de seguridad emocional y autoestima.
  • Necesidad de una red de relaciones sociales más allá de la familia.
  • Necesidad de contacto e intimidad afectiva y sexual.

Necesidad de seguridad emocional y autoestima
La seguridad emocional, esto es, saberse aceptado y protegido de manera incondicional, y la autoestima o el saberse digno de ser amado y capaz de amar constituyen la primera y más fundamental de las necesidades interpersonales.

Necesidad de amigos
Desde los primeros años de vida necesitamos relacionarnos con personas diferentes. En la persona con discapacidad se ha de favorecer un 'tercer ambiente', más allá de la familia y del centro escolar.

Necesidad de contacto e intimidad afectiva y sexual
El ser humano siente la necesidad de contacto corporal (tocar y ser tocado, acariciar y ser acariciado, abrazar y ser abrazado) y de intimidad emocional (necesidad de expresar, entender y compartir emociones), necesidad que se resuelve, desde la infancia a la vejez, con los padres, familiares, amigos, pareja e hijos. Las personas con discapacidad que, en el caso de discapacidad psíquica son frecuentemente muy táctiles y menos reprimidos en relación con el contacto corporal, resuelven esta necesidad con los padres y las personas que les cuidan. Pero es frecuente que no puedan resolver sus necesidades de intimidad afectiva y sus necesidades sexuales más explícitas. Con frecuencia el único recurso, a veces también perseguido a pesar de ser natural y saludable, es el de la masturbación, recurso que le permite la satisfacción sexual (excitación y orgasmo), pero no experimentar el contacto y la intimidad con otra persona.
Las limitaciones propias del retraso mental, la sobreprotección familiar, la carencia de entornos en los que relacionarse con los iguales, el no reconocimiento de su necesidad de intimidad sexual, etc., hacen difícil, cuando no imposible, el que las personas con discapacidad tengan una verdadera vida interpersonal.


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